miércoles, setiembre 14, 2005

Los rituales piuranos no siempre los imponen los ciudadanos.

Tres relecturas después del texto de Hannah Arendt sobre la esfera pública y la esfera privada, en su grandioso libro sobre La Condición Humana, buscando ejemplos en mi memoria para explicar lo inexplicable a mis empeñosos estudiantes, me vino a la memoria una anécdota escatológica, en el sentido más burdo, pero que grafica parte del texto de Arendt.

"El rasgo distintivo de la esfera doméstica era que en dicha esfera los hombres vivían juntos llevados por sus necesidades y exigencias. Esa fuerza que los unía era la propia vida [...], que, para su mantenimiento individual y supervivencia de la especie, necesita de la compañía de los demás" (Arendt, 1998: 43).

La vivencia se relaciona con el excrementicio ritual piurano de orinar en la vía pública que cultivamos con cierta frecuencia, activa o pasivamente. Todo empezó un día martes, a medio día, en un laborioso trámite de sacar un RUC en la SUNAT. Recepción, turno, y pantalla numerada más tarde, mi organismo me situó ante la tesitura de buscar un baño o seguir mirando la pantalla donde cambiaban los números cada 10 ó 15 minutos. Procedí a preguntar al guardia de seguridad por un baño y su rostro sonriente me hizo presagiar que tendría que salir a la calle a publicar mi necesidad.

"Una de las características de lo privado, antes del descubrimiento de lo íntimo, era que el hombre existía en esta esfera no como verdadero ser humano, sino únicamente como espécimen del animal de la especie humana. Ésta era precisamente la razón básica del tremendo desprecio sentido en la antigüedad por lo privado" (Arendt, 1998: 56).

–Increíble que una institución pública, que no necesariamente se caracteriza por su diligencia, carezca de este tipo de servicios, con la cantidad de recursos que supuestamente recauda y con el tiempo que lleva operativa la SUNAT en aquella ajetreada esquina, formada por las calles Callao y Loreto, número 600- pensé.

"Por la más social forma de gobierno, esto es, por la burocracia [...] el gobierno de nadie no es necesariamente no-gobierno; bajo ciertas circunstancias, incluso puede resultar una de sus versiones más crueles y tiránicas" (Arendt, 1998: 51).

Pero la necesidad no daba tregua y tuve que interrumpir mis cavilaciones para dar paso a mi ingenio: necesitaba manifestar imperiosamente mi esfera privada sin invadir toscamente la esfera pública, así que dejé aquella recepción, junto con el turno y la pantalla SUNAT, y salí a la calle para ver si conseguía tener mejor suerte que aquella a la que me había condenado la mentada institución pública.

"[...] la sociedad espera de cada uno de sus miembros una cierta clase de conducta, mediante la imposición de innumerables y variadas normas, todas las cuales tienden a 'normalizar' a sus miembros, a hacerlos actuar, a excluir la acción espontánea o el logro sobresaliente" (Arendt, 1998: 51).

Dos tiendas de muebles y un chifa más adelante, cuando ya mi cuerpo se había resignado a cumplir con el ritual tan típicamente piurano de marcar una esquina como un perro, pude ver delante de mí a una institución privada, un Hotel, en el que decidí probar suerte y expandir mi uretra. El recepcionista del Hotel, para mi suerte, al verme encorbatado y bien vestido, no tuvo demasiados reparos en permitirme el uso de un bien privado. Mi ajena necesidad por fin se vio satisfecha.

"La sociedad es la forma en que la mutua dependencia en beneficio de la vida y nada más adquiere público significado, donde las actividades relacionadas con la pura supervivencia se permiten aparecer en público" (Arendt, 1998: 57).

Dando muestras visibles de agradecimiento emprendí mi feliz retorno a mis demorones trámites. Para mi mala suerte, al ser medio día, el turno había ‘avanzado’ más rápido y, por supuesto, yo ya había perdido mi oportunidad de cumplir con un trámite para seguirle pagando al Estado, a fin de que me siga dejando sin un servicio que no pedí, porque pensé que alguna vez se pensaría en alguien como yo, un transeúnte con una urgencia privada en una institución pública.

"Está claro que la vida pública sólo era posible después de haber cubierto las mucho más urgentes necesidades de la vida" (Arendt, 1998: 72).