lunes, mayo 23, 2005

Una playa de irónico nombre

Al suroeste de Sechura, a 21 Km. de carretera, un anuncio de fondo azul y letras blancas anuncia, sarcástico ante el hedor que se percibe: "Playa Las Delicias le da la bienvenida".


¿Delicias? Cada visitante se ha de preguntar lo mismo. Al bajar del bus, o lo que te haya llevado a aquella porción de tierra empalmada al mar, las preguntas se hacen cada vez más frecuentes y complejas. En lugar de veraneantes, se ven vidrios, bolsas, papeles: azules, verdes, amarillos. Los gestos faciales no dejan de hacerse notar.


Las gaviotas y pelícanos vuelan como moscas sobre la playa. Carroñeros entre la basura se sirven de de ese gran buffet de "delicias". Abajo, un extraño riachuelo zigzagueante atraviesa la playa. El agua del improvisado canalillo es negra, huele a baño público y la adorna una nata de moho verde. Es agua de desagüe. Hay que saltarla para avanzar. Más le vale tomar impulso.


Para sentarse a tostar la pálida piel habría que hacer espacio entre la basura. Pero seguro a muchos ni se les cruzaría por la cabeza.


Si no se puede estar en la arena ¿qué tal el mar? a la orilla la espuma acaricia algas de un verde azulado que copan todo ese pedazo de tierra húmeda que en cualquier playa es territorio de quienes no saben nadar. ¿Estará resbaloso? Uno prefiere quedarse con la duda.


Subido en una lancha, la perspectiva parece cambiar. Los animales de ese mundo de líquida presencia se encargan de alegrar el día. Lobos marinos, gigantescos, aparecen jugando en el mar. Se asolean panza arriba, abriendo sus aletas como si quisieran "quemarse parejo".


Nadan en grupos de cinco o seis, sobándose unos a los otros. El sol a lo alto, el agua refrescante, un momento placentero; ignoraran, claro está, la inmundicia de su hábitat. Atrás de ellos un buque pesquero desagua por un tubo largo y gris, una mezcla de vísceras, sangre, pedazos de pez y quién sabe qué más al agua. Sin vergüenza alguna. Como si hubiera un letrero gigante que los dispensara diciendo: Depósito de desperdicios.


Las tortugas marinas rondan por allí. Sacan su cabeza de vez en cuando estirando sus largos cuellos para alcanzar también algunos rayos de sol. Tras ellas otra embarcación igual que la anterior, con el mismo impertinente tubo. Este barco se llama "El Tiburón Verde". En verdad han de estar verdes los tiburones de nadar entre tanta suciedad.


¿Delicias? Cada visitante se ha de preguntar lo mismo. Una que otra risa maliciosa se escapa del más recatado, un movimiento de cabeza de derecha a izquierda y una mueca de ojos y boca, es lo que despertamos en quienes desean ir más allá de "Colán la fashion" y -la tan alejada que parece ser de Tumbes- Máncora. Pero como siempre ¡Chh, conmigo no es el roche!

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