lunes, mayo 16, 2005

Concéntrate en el centro.

Cierta noche, caminaba distraído cerca del óvalo Grau, próximo a una de las ocho esquinas de la avenida del mismo nombre, cuando, de pronto, me interceptó un chiquillo de no más de 13 años, con cara compungida. Su aspecto, limpio aunque modesto, no comparable al de los típicos mendigos de esa zona, me llevó a detenerme y escucharle con atención:

- “señor, me da 50 céntimos [de nuevo sol] que me faltan para mi pasaje”, me dijo.

Luego de apreciar su cara de gato suplicante, salido de la película Shrek 2, recordé que en alguna oportunidad yo también tuve esta necesidad, aunque en lugar de ponerme a pedir dinero prestado, opté por regresarme a pie a casa. El recuerdo me llevó inconscientemente la mano al bolsillo y, cuando fui consciente otra vez, ya estaba dándole el medio sol que me pedía.

- “toma y no llegues tarde”, le dije.

Seguí mi ruta y mientras veía escaparates reflexioné sobre este hábito, tan arraigado en todos los piuranos: para muchos de nosotros, ir al centro de la ciudad se ha convertido en un ritual con tradición. Como nuevos piuranos organizamos nuestra vida en torno al centro y nos dejamos marcar por él. El centro representa para nosotros el centro de abastecimiento, el centro de diversión, el centro de trabajo, entre otros muchos centros.

La presencia de este punto geoestratégico en nuestra ciudad tiene múltiples consecuencias, de las que elijo para explicar dos: la económica y la social.

La primera consecuencia económica es que el piurano medio gasta un buen porcentaje de sus ingresos yendo al centro o volviendo de él, los padres de familia lo saben bien. El precio del pasaje “al centro” en el transporte público es un gasto considerable en el presupuesto familiar de muchos.

Además, cosa curiosa, este factor económico compite, al mismo tiempo, con un factor social de diversión que representa ese mismo centro para nosotros. Ir al centro no sólo es ir a trabajar o realizar trámites, sino también significa ir a divertirse. Quienes lo experimentan en carne propia son los adolescentes y los jóvenes, cuyo gasto de pasaje muchas veces equivale a otro tipo de diversión a la que saben que pueden acceder si se regresan a pie a sus casas.
Quince años han pasado desde que me quedé sin ‘sencillo’ para mi pasaje, pero habiendo experimentado recientemente el asalto del chiquillo, me cautiva pensar que el centro sigue significando lo mismo para los nuevos piuranos.

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